sábado, 7 de abril de 2012

El artículo fue extraído de la página www.ultimahora.com

El respeto a la lengua española y a la mujer

La tendencia a modificar las reglas gramaticales en nombre de la igualdad de los sexos, aparece actualmente como consecuencia de la lucha de los movimientos feministas empeñados en la erradicación de la marginalidad de la mujer en la sociedad, lo que ha instalado un debate académico.

Por Renée Ferrer | Escritora *

 El respeto a las normas gramaticales de la lengua española no debe confundirse con el respeto a la mujer. La reciente aparición de guías para una educación no sexista, que incluye las variaciones propuestas por algunas autoridades españolas con respecto a nuestro idioma, tomando en consideración la igualdad de los sexos, más que un motivo de confrontación, debería ser una oportunidad para un análisis profundo sobre los motivos y las consecuencias de los cambios planteados.

El debate se centra en las disposiciones dictadas desde ciertas esferas oficiales en cuanto a "un conjunto de variantes lingüísticas que anulan distinciones sintácticas y léxicas conocidas... con la intención de que perviva la absoluta visibilidad de la distinción entre género y sexo", las que se alega ayudarán a incentivar el reconocimiento de la mujer como ser humano igual al hombre. Concuerdo absolutamente en que expresiones tales como "los directivos acudirán a la cena con sus mujeres" es totalmente peyorativa e insultante. Tan insultante es la premisa, que me planteo la posibilidad de que haya nacido de una motivación diferente, tal como que todos los directivos en cuestión fueran hombres, y la invitación a sus esposas no fuese sino una simple gentileza de los organizadores. Porque si se trata de una desvalorización consciente, sería más positivo, a modo de modo de protesta efectiva, el acceso de más mujeres a los cargos directivos, como medio de hacer notoria la valorización de la mujer, en lugar de proponer la reestructuración de la lengua, con todas las implicancias negativas que ello supone.

La tendencia a modificar las reglas gramaticales en nombre de la igualdad de los sexos, aparece actualmente como consecuencia de la lucha de los movimientos feministas empeñados en la erradicación de la marginalidad de la mujer en la sociedad, cuyos logros han provocado un giro histórico en cuanto a superar la discriminación, tan trascendente como la abolición de la esclavitud o la batalla contra la segregación racial. Nadie puede olvidar el papel de las grandes luchadoras por los derechos de la mujer, la obtención del voto femenino, la paridad ante la ley, las oportunidades laborales, el acceso al estudio y al ejercicio de una profesión, la libertad de conducta, conquistas que enaltecen a todas las mujeres y, con mayor razón, a las pioneras de tan justas reivindicaciones.
Organismo vivo

La mujer fue desde el inicio de la humanidad la guardiana del fuego del hogar y la transmisora de la lengua, funciones que, no obstante las exigencias de la vida contemporánea, no han expirado, confirmando con ello su habilidad en el cumplimiento de sus múltiples y diversos roles.
Por algo se llama lengua materna a la primera lengua del hablante. El solo pensar en las vacilaciones conceptuales que estos cambios provocarían en los infantes desde la cuna, obliga a una seria reflexión; sobre todo porque las modificaciones que se proponen no obedecen a la utilización masiva y consuetudinaria del habla, sino que vienen inducidas desde las esferas de poder, por motivos ajenos a la evolución natural del idioma.
La lengua es un organismo vivo que se va transformando por el uso, pero no por medio del uso impuesto desde las esferas de poder. No creo que la lengua española sea sexista en sí, simplemente tiene unas normas de género diferentes a otras lenguas, como por ejemplo el inglés, que facilita la distinción de los sexos a partir de su estructura original. El artículo the se usa indistintamente para el artículo femenino o masculino, "la" o "el"; muchos substantivos son válidos para ambos géneros y otros se distinguen por medio de palabras diferentes. Por lo tanto, no hay ninguna necesidad de aclarar el género del sustantivo con una desinencia, pues los vocablos lo indican de por sí: boy para niño, girl para niña; wife para esposa, husband para esposo, aunt para tía, uncle para tío, y así sucesivamente en infinidad de casos. Estas características lingüísticas nada tienen que ver con la valoración de la mujer, pues se han dado naturalmente mucho antes de que se tuviera conciencia del problema de género y la batalla por la equiparación de los sexos. La mujer ha sido discriminada en todas las lenguas, desde tiempos antidiluvianos, se usen o no vocablos diferentes para indicar el género de las palabras o el sexo de las personas.

Los ejemplos citados del inglés obedecen a la estructura lingüística y no conllevan una garantía de mayor respeto a la mujer. El castellano no presenta tales distinciones entre los substantivos o esa identidad del artículo, y el hecho de crearlas artificialmente no creo que genere una consideración más significativa hacia las mujeres; pero con toda seguridad traerá un caos idiomático de graves consecuencias.

Si otros idiomas tienen palabras específicas para indicar el género masculino o femenino, aleluya, pero el español no las tiene. El primer problema que veo en estos cambios es el desconcierto mental de los hablantes. Las repeticiones de palabras son catalogadas como un error de estilo incluso en las composiciones más elementales del colegio.
¿Cómo exigirle a la niñez y a la juventud estudiosa el cultivo de un discurso depurado si tiene que escribir o hablar con reiteraciones que lo destruyen? ¿Cómo explicarles que la literatura tiene una intención estética, si se masacra el idioma alegando un uso sexista, o cualquier otro motivo que pudiera presentarse en el futuro? ¿Cómo pensar con la velocidad habitual si tenemos que demorarnos en esas distinciones que no agregan lucidez al concepto, sino duplicaciones a la expresión?
¿Cómo se enfrentaría un escritor de habla hispana al papel en blanco, si tuviera que tener en cuenta las exigencias de una nueva gramática que va en contra de la belleza de la lengua con la cual se identifica? Con qué nostalgia volveríamos a releer las obras maestras de la literatura hispanoamericana, sabiendo que las reediciones no estarán de acuerdo con los nuevos planteamientos. ¿Cómo mantener la casa sosegada si nos cambian el lugar de las puertas y ventanas?

Capacitación y sensibilidad femeninas

Estoy de acuerdo con que se busquen alternativas para erradicar las expresiones claramente sexistas, porque eso no tiene que ver con la lengua, sino con la incompetencia de alguien. Acepto que se estudie una posible utilización de generalizaciones que abarquen al hombre y a la mujer, como por ejemplo "el género humano", "el ser humano", "la humanidad", en lugar de "hombre" en sentido genérico; o "la infancia", "la niñez", "la juventud", para obviar la mención exclusiva del sustantivo masculino globalizador. Tales expresiones denotativas de la paridad de los sexos podrían encontrarse por medio de un urgente y minucioso examen del idioma y sus posibilidades expresivas, a fin de evitar toda connotación errónea que hiera los sentimientos femeninos, para lo cual el organismo consultivo pertinente es la Real Academia de 
la Lengua y las Academias asociadas.

Naturalmente, el inicio de la lucha por los derechos de la mujer fue difícil y lo seguirá siendo, porque no se borran siglos de postergación y marginalidad de un plumazo. Sin embargo, el reconocimiento de la igualdad de los sexos es un hecho actualmente, y su aceptación total llegará por imperio de las circunstancias, de la mano de la capacitación y la sensibilidad femeninas, y no a través de normativas que afecten el uso corriente de la lengua. Nadie quiere, a estas alturas de la historia, seguir cultivando el machismo, pues ese comportamiento está tan desacreditado como manera de ser, que resulta dudoso creer que existan muchos hombres inteligentes empeñados en mantenerlo. No hay duda de que la mujer ha sufrido humillaciones sin cuento y que, a través del tiempo, ha logrado sobreponerse con gran coraje a todas ellas; pero, justamente por eso, me resisto a que el reconocimiento de la igualdad de los sexos necesite consolidarse mediante las variaciones propuestas.

Ya nos han echado la culpa de la pérdida del Paraíso Terrenal, por el uso que hizo Eva de su libre albedrío al comer del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal; pero que no nos endilguen en el futuro unos cambios gramaticales que atentan contra un esplendor de la lengua española, porque necesitamos una certificación escrita de una paridad justamente lograda.

*Presidenta de la Academia Paraguaya de la Lengua Española.