El
respeto a las normas gramaticales de la lengua española no debe
confundirse con el respeto a la mujer. La reciente aparición de guías
para una educación no sexista, que incluye las variaciones propuestas
por algunas autoridades españolas con respecto a nuestro idioma, tomando
en consideración la igualdad de los sexos, más que un motivo de
confrontación, debería ser una oportunidad para un análisis profundo
sobre los motivos y las consecuencias de los cambios planteados.
El
debate se centra en las disposiciones dictadas desde ciertas esferas
oficiales en cuanto a "un conjunto de variantes lingüísticas que anulan
distinciones sintácticas y léxicas conocidas... con la intención de que
perviva la absoluta visibilidad de la distinción entre género y sexo",
las que se alega ayudarán a incentivar el reconocimiento de la mujer
como ser humano igual al hombre. Concuerdo absolutamente en que
expresiones tales como "los directivos acudirán a la cena con sus
mujeres" es totalmente peyorativa e insultante. Tan insultante es la
premisa, que me planteo la posibilidad de que haya nacido de una
motivación diferente, tal como que todos los directivos en cuestión
fueran hombres, y la invitación a sus esposas no fuese sino una simple
gentileza de los organizadores. Porque si se trata de una
desvalorización consciente, sería más positivo, a modo de modo de
protesta efectiva, el acceso de más mujeres a los cargos directivos,
como medio de hacer notoria la valorización de la mujer, en lugar de
proponer la reestructuración de la lengua, con todas las implicancias
negativas que ello supone.
La
tendencia a modificar las reglas gramaticales en nombre de la igualdad
de los sexos, aparece actualmente como consecuencia de la lucha de los
movimientos feministas empeñados en la erradicación de la marginalidad
de la mujer en la sociedad, cuyos logros han provocado un giro histórico
en cuanto a superar la discriminación, tan trascendente como la
abolición de la esclavitud o la batalla contra la segregación racial.
Nadie puede olvidar el papel de las grandes luchadoras por los derechos
de la mujer, la obtención del voto femenino, la paridad ante la ley,
las oportunidades laborales, el acceso al estudio y al ejercicio de una
profesión, la libertad de conducta, conquistas que enaltecen a todas las
mujeres y, con mayor razón, a las pioneras de tan justas
reivindicaciones.
Organismo vivo
La
mujer fue desde el inicio de la humanidad la guardiana del fuego del
hogar y la transmisora de la lengua, funciones que, no obstante las
exigencias de la vida contemporánea, no han expirado, confirmando con
ello su habilidad en el cumplimiento de sus múltiples y diversos roles.
Por
algo se llama lengua materna a la primera lengua del hablante. El solo
pensar en las vacilaciones conceptuales que estos cambios provocarían en
los infantes desde la cuna, obliga a una seria reflexión; sobre todo
porque las modificaciones que se proponen no obedecen a la utilización
masiva y consuetudinaria del habla, sino que vienen inducidas desde las
esferas de poder, por motivos ajenos a la evolución natural del idioma.
La
lengua es un organismo vivo que se va transformando por el uso, pero no
por medio del uso impuesto desde las esferas de poder. No creo que la
lengua española sea sexista en sí, simplemente tiene unas normas de
género diferentes a otras lenguas, como por ejemplo el inglés, que
facilita la distinción de los sexos a partir de su estructura original.
El artículo the se usa indistintamente para el artículo femenino o
masculino, "la" o "el"; muchos substantivos son válidos para ambos
géneros y otros se distinguen por medio de palabras diferentes. Por lo
tanto, no hay ninguna necesidad de aclarar el género del sustantivo con
una desinencia, pues los vocablos lo indican de por sí: boy para niño,
girl para niña; wife para esposa, husband para esposo, aunt para tía,
uncle para tío, y así sucesivamente en infinidad de casos. Estas
características lingüísticas nada tienen que ver con la valoración de la
mujer, pues se han dado naturalmente mucho antes de que se tuviera
conciencia del problema de género y la batalla por la equiparación de
los sexos. La mujer ha sido discriminada en todas las lenguas, desde
tiempos antidiluvianos, se usen o no vocablos diferentes para indicar el
género de las palabras o el sexo de las personas.
Los
ejemplos citados del inglés obedecen a la estructura lingüística y no
conllevan una garantía de mayor respeto a la mujer. El castellano no
presenta tales distinciones entre los substantivos o esa identidad del
artículo, y el hecho de crearlas artificialmente no creo que genere una
consideración más significativa hacia las mujeres; pero con toda
seguridad traerá un caos idiomático de graves consecuencias.
Si
otros idiomas tienen palabras específicas para indicar el género
masculino o femenino, aleluya, pero el español no las tiene. El primer
problema que veo en estos cambios es el desconcierto mental de los
hablantes. Las repeticiones de palabras son catalogadas como un error de
estilo incluso en las composiciones más elementales del colegio.
¿Cómo
exigirle a la niñez y a la juventud estudiosa el cultivo de un discurso
depurado si tiene que escribir o hablar con reiteraciones que lo
destruyen? ¿Cómo explicarles que la literatura tiene una intención
estética, si se masacra el idioma alegando un uso sexista, o cualquier
otro motivo que pudiera presentarse en el futuro? ¿Cómo pensar con la
velocidad habitual si tenemos que demorarnos en esas distinciones que
no agregan lucidez al concepto, sino duplicaciones a la expresión?
¿Cómo
se enfrentaría un escritor de habla hispana al papel en blanco, si
tuviera que tener en cuenta las exigencias de una nueva gramática que va
en contra de la belleza de la lengua con la cual se identifica? Con qué
nostalgia volveríamos a releer las obras maestras de la literatura
hispanoamericana, sabiendo que las reediciones no estarán de acuerdo con
los nuevos planteamientos. ¿Cómo mantener la casa sosegada si nos
cambian el lugar de las puertas y ventanas?
Capacitación y sensibilidad femeninas
Estoy
de acuerdo con que se busquen alternativas para erradicar las
expresiones claramente sexistas, porque eso no tiene que ver con la
lengua, sino con la incompetencia de alguien. Acepto que se estudie una
posible utilización de generalizaciones que abarquen al hombre y a la
mujer, como por ejemplo "el género humano", "el ser humano", "la
humanidad", en lugar de "hombre" en sentido genérico; o "la infancia",
"la niñez", "la juventud", para obviar la mención exclusiva del
sustantivo masculino globalizador. Tales expresiones denotativas de la
paridad de los sexos podrían encontrarse por medio de un urgente y
minucioso examen del idioma y sus posibilidades expresivas, a fin de
evitar toda connotación errónea que hiera los sentimientos femeninos,
para lo cual el organismo consultivo pertinente es la Real Academia de
la Lengua y las Academias asociadas.
Naturalmente,
el inicio de la lucha por los derechos de la mujer fue difícil y lo
seguirá siendo, porque no se borran siglos de postergación y
marginalidad de un plumazo. Sin embargo, el reconocimiento de la
igualdad de los sexos es un hecho actualmente, y su aceptación total
llegará por imperio de las circunstancias, de la mano de la capacitación
y la sensibilidad femeninas, y no a través de normativas que afecten
el uso corriente de la lengua. Nadie quiere, a estas alturas de la
historia, seguir cultivando el machismo, pues ese comportamiento está
tan desacreditado como manera de ser, que resulta dudoso creer que
existan muchos hombres inteligentes empeñados en mantenerlo. No hay
duda de que la mujer ha sufrido humillaciones sin cuento y que, a través
del tiempo, ha logrado sobreponerse con gran coraje a todas ellas;
pero, justamente por eso, me resisto a que el reconocimiento de la
igualdad de los sexos necesite consolidarse mediante las variaciones
propuestas.
Ya
nos han echado la culpa de la pérdida del Paraíso Terrenal, por el uso
que hizo Eva de su libre albedrío al comer del Árbol del Conocimiento
del Bien y del Mal; pero que no nos endilguen en el futuro unos cambios
gramaticales que atentan contra un esplendor de la lengua española,
porque necesitamos una certificación escrita de una paridad justamente
lograda.
*Presidenta de la Academia Paraguaya de la Lengua Española.
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